Digo, era justo, va:
DISCURSO POR UN ÁNGEL CAÍDO
(con Natalia alias Laura)
"Mira, cabrón, si ustedes quieren revolución, les vamos a dar revolución, pero nos debes decir dónde van a dar el siguiente golpe. Nos estamos hartando de agarrarlos y nomás verlos morir llevándose la información. Y te voy a decir algo más," se acercó a mí y percibí un horripilante aliento emanando de su boca "el mero mero ya se está cansando de esto, si no te las quieres ver con él, mejor dímelo todo a mí" Me soltó un golpe con la culata de su pistola. Alcancé a ver mi reflejo en un charco que había cerca de mí: ese era yo, un rostro casi desfigurado. El tira se cansó de mirarme mientras yo no acertaba a decir palabra; haciendo un ademán de desprecio, me escupió. "No me imagino a quién proteges, si son una bola de chamacos putos ¡Ustedes no saben lo que es una revolución!" Una voz se oyó desde fuera: "¡Ya cállate, pinche viejo! ¡Si no habla, mátalo!" El tira se me acercó una vez más mientras yo me arrastraba hacia la pared. "No, ni para morirte sirves".
Las reuniones del grupo son lo más grande en lo que me he involucrado en mi corta vida. Los compas son muy amables conmigo y nos platicamos de todo, pero la conversación se centra siempre en la Revolución, de cómo hemos de iniciarla. "Muchos compañeros ya han comenzado la lucha y los recordaremos; pero lo más importante es saber honrarlos alcanzando sus sueños, que ahora son los nuestros. Los adelantados de Chihuahua en el cuartel de Ciudad Madera, los que fueron arteramente asesinados por pedir democracia en Tlatelolco, los desaparecidos, los muertos; ellos son nosotros ¡Hasta la victoria!" El Tío terminaba de hablar y brindábamos con una bebida que, bueno, aún no identifico. Igual sabe bien. Pero lo más emocionante es salir a las afueras de la ciudad a practicar las tácticas guerrilleras. El encargado de entrenarnos, según decían, era un marino [integrante del Movimiento de Acción Revolucionaria], que había estado en Corea y era todo un maestro de la táctica guerrillera. Le dicen el Chinche. Es una persona de apariencia apacible, pero verlo moverse y disparar es toda una experiencia. El entrenamiento es duro, pero todo sea por la Revolución.
En ese momento, lo único que quería es abrazar de nuevo a mis padres, a mi hermana, a Laura. Pero creo que eran simplemenete aspiraciones de algo que ya no sucedería jamás. Todos aquí son muy crueles. Lo único que recibo son golpes; los interrogatorios, al parecer ya aburrieron a los tiras…..Bueno, casi a todos. Aún hay uno que hace muchas preguntas y me ve a los ojos cuando las hace. "¿Quienes más integran la célula? ¡Contesta, cabrón!" Es un hombre en cuya voz puedo percibir un poco de temor y odio al mismo tiempo.
Teníamos que ir a conseguir parque para las armas. Laura me acompañó. En ese momento, no pensé -como siempre que estaba cerca de ella- si estaba listo para esto o no, solo podía fijarme en sus hombros… ¡Carajo, me excitan tanto! Habíamos llegado a un lugar desierto en la carretera; yo venía manejando. "¿Se irán a tardar mucho?" Laura lucía algo molesta por lo cansado de haber estado sentada tanto tiempo. Yo sólo acertaba a contemplar su cabello y responder a sus preguntas acerca de mi opinión sobre la situación del país con estúpidas citas de Marx y del Che. "Creo que todavía se van a tardar un poco más, te ves algo cansada, sube al carro a reposar un poco" Me hizo caso sin pensarlo. Y ahí me quedé yo, esperando. Una media hora más tarde, ella estaba dormida y yo estab ya recibiendo el parque para nuestras armas. Quien me las entregó simplemente me identificó por mi vestimenta, me dio el paquete y se marchó sin decir palabra. "Así es la clandestinidad" pensé. Metí el paquete al coche y volteé a ver a Laura. Su delicada fisonomía, completamente relajada, yacía sobre el asiento trasero del auto. Sus formas parecían más exquisitas ahí: sumida en profundo sueño y su cuerpo dejándose llevar por sus sueños. Un extraño impulso nació entonces de mí. Me subí al auto y acaricié sus piernas, pasando suevemente mi dedo sobre su cadera y recorriendo su costado. Comenzó a reír tímidamente; había sentido el ligero cosquilleo de mi dedo. De repente se despertó. Yo no supe que hacer, me había descubierto acariciando su cuerpo. Ella me miró a los ojos en una actitud inexpresiva. Nunca voy a olvidar esa mirada. "¿Por qué te detienes?" me preguntó. No supe que contestarle. Ella se acercó y pronto los dos caímos en el asiento. Nuestros cuerpos comenzaron uniéndose por las bocas y momentos después hicimos poesís con ellos.Creo que en ese momento me di cuenta de que la Revolución, después de todo, no me importaba tanto.
Ya no siento mis brazos, mi cara me duele. Escucho algunos gritos de la celda contigua. "¡Órale, cabrón! ¡Canta, canta!" Se oyó un golpe. "¡Ya! ¡No más! ¡No más!" es la voz de Chucho. Unos días antes había escuchado las voces de varios de mis compas de lucha, pero no los ví ya más. Oía disparos diario casi y las voces de mis compas gritando por su seguridad. . El más joven es Luis. Lo veo entrar ahora: está ofreciendo resisitencia los tiras, es muy valiente, pero es demasido impulsivo. Lo avientan hacia dentro de la celda. "¡Ahorita regresamos por tí!". Luis se recupera de la caída y volte a verme. Me reconoce. "¿Héctor?" Asíento con la cabeza. "Pero yo pensé que habías escapado con ella…. No, no puede ser, Héctor. Sin tí y sin el Tío se acaba el grupo revolucionario… y no vamos a dejar que ocurra eso, ¿verdad? Ya verás, vamos a escapar de aquí ¡Vas a ver que vamos a salir de aquí y la Revolución hará que se castigue a estos hijos de puta que nos tienen aquí encerrados!" Parece bastante emocionado; cree en lo que está diciendo. Su semblante ha cambiado tras una hora de interrogatorio. De nuevo está junto a mí, pero ahora está cansado. "¿A quién le toca ahora?" "No lo sé, agárrate otra vez al niño ese que trajimos hoy" Luis comienza a temblar a escuchar esto. Me mira suplicante, pero yo no puedo hacer nada. Un tira entra bruscamente a la celda y lo obliga a ponerse de pie. Luis obedece, pero apenas y puede mantenerse en pie. Sus pies tiemblan. Sus pantalones lucen con una gran mancha: se está orinando del miedo. "Ya es hora de que hables" le dice el hombre que lo obligó a levantarse. Luis comienza a gritar "¡No, no no! ¡Ya no! ¡No me hagan nada! ¡Ya no! ¡No!" Su desesperación me asusta. "¡Ya cállalo, carajo!" dice una voz desde fuera. "¡No queremos que nos oigan, pendejo! Los vecinos ya se estám dando cuenta de que algo pasa aquí, mejor haz que se calle de una buena vez." El tira que está dentro de la celda golpea a Luis y lo hace callarse. Voltea a verme "Y ahorita te toca a tí" sentencia. La voz de fuera me es familiar. Su dueño se asoma. Sí, es aquel hombre mayor que me había dicho que ni para morir servía; él, que diciendo esto, me salvó la vida. "Tráelo". Cierran la puerta. Comienza el infierno apra Luis.
"Ya estamos listos, mañana lo haremos." El Tío ha dicho que ese es el gran día. Laura y yo nos miramos satisfechos: sabemos que vamos a ganar esta guerra contra los ricos. La Revolución va a triunfar y nosotros nos iremos muy lejos a vivir como debe de ser.
"Creo que era mejor la ubicación que nos dijo el sargento. Esta casucha ya está llamando mucho la atención y yo no sé qué chingados vamos a hacer con estos cadáveres cuando ya agarreamos al último. Vamos a tener que irnos y ¿qué? ¿qué vamos a hacer?" Se oían nerviosos. "Ahora imagínate que esos chamacos se enteren de que estamos aquí. Capaz que nos agarran desprevenidos y nos dan en la madre. No y no. Mejor nos reportamos ya" Otra voz se deja escuchar, era de un hombre mayor que el que estaba hablando; creo saber de quién es. "¡Nada de eso!" Fue terminante, su interlocutor calla. Los gritos de Luis siguen. "¡Laura! ¡le decimos Laura! ¡Se llama Natalia!" Siento que me desmayo. No puedo creerlo: Luis nos está traicionando y sentencia a Laura. No me da tiempo para odiarlo porque entra precipitadamente en la celda tras esas horribles confesiones "¡Perdóname, Héctor! Espero que te salves y sigas la lucha: ¡sé que lo haras!" Encara a los tiras "¡Mejor morir de pie que vivir de rodillas!" Uno de ellos lo empuja salvajemente y Luis cae de espaldas. Oigo una detonación. Luis ha muerto. Algo se escucha desde fuera. Los tiras se ven mutuamente y llaman a dos personas más que están ahí. "Atentos" les dice uno de ellos "Estamos rodeados." Alguien golpea una puerta que no es la mía. Parece que Luis no nos ha traicionado.
"Es hoy" El Tío salió de la casa de seguridad armado. Lo seguimos. Íbamos a cambiar a México ese día o a morir en el intento.
CONTINUARÁ….
Sale pues, eso es eso es eso es eso eso tttttotototdo, amigos.
SALUDOS DESDE EL LIMBO